Cada 10 de septiembre conmemoramos el Día Mundial de la Prevención del Suicidio, una fecha que nos confronta con una verdad dolorosa: estamos ante una de las grandes problemáticas de la salud pública global y, al mismo tiempo, frente a un desafío urgente y aun insuficientemente abordado en materia de salud mental. Se trata de un fenómeno rodeado de estigmas, mitos y silencios que dificultan su prevención.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), más de 720.000 personas mueren cada año por suicidio, lo que lo convierte en la tercera causa de muerte entre jóvenes de 15 a 29 años. En Chile, el Termómetro de la Salud Mental Achs-UC advierte que un 16,8 % de las personas mayores de 18 años presenta algún problema de salud mental, siendo la depresión más frecuente en quienes viven situaciones de soledad y carecen de redes de apoyo. Estas cifras no son meros números: son estudiantes, madres, padres, colegas y amigos que muchas veces no encuentran la contención necesaria en su entorno.